¿Sabes por qué a veces nos duele el cuerpo? Cuando el alma guarda silencio, el cuerpo grita

Muchas veces sentimos molestias físicas que no tienen una causa médica clara: dolores de espalda, pesadez en el pecho, cansancio constante o tensión en el cuello. Pero lo que ignoramos con frecuencia es que el cuerpo es un espejo del alma, y cuando callamos lo que sentimos, él toma la palabra.

Nos duele el cuerpo porque cargamos emociones que no liberamos. Guardamos silencios por miedo a confrontar, por temor a herir, por no incomodar. Soportamos relaciones que nos desgastan, vínculos que ya no nos nutren, solo por costumbre o miedo a estar solos. Esa resistencia, ese aguante constante, termina manifestándose como contracturas, inflamaciones o agotamiento extremo.

Dormimos, pero no descansamos, porque la mente sigue activa durante la noche. Nos desconectamos de lo que nos apasiona, de lo que nos hace vibrar, y vivimos atrapados en rutinas vacías. Eso también enferma.

Nos duele el cuerpo porque tragamos el llanto cuando necesitamos desahogarnos, porque no nos permitimos expresar la rabia, el miedo, el dolor. Culpas ajenas que arrastramos sin merecerlas, expectativas que nos imponemos sin compasión, el olvido de nuestras propias necesidades: todo eso se acumula en el cuerpo.

Fingimos estar bien, sonreímos cuando por dentro estamos quebrados. Esa desconexión entre lo que mostramos y lo que sentimos genera un desbalance que termina cobrándose en forma de enfermedad o fatiga.

Vivimos tensos, esperando que algo cambie afuera, pero sin movernos internamente. Y el cuerpo lo sabe. Porque cuando no escuchamos nuestra alma, él alza la voz. El dolor físico muchas veces es el lenguaje del alma agotada.

Por eso es importante detenernos, mirar hacia dentro y preguntarnos: ¿Qué estoy callando? ¿Qué necesito soltar? ¿Qué parte de mí estoy descuidando?

El camino hacia el bienestar no siempre está en una pastilla o una terapia externa. Muchas veces empieza por darnos permiso de sentir, de poner límites, de decir que no, de elegirnos.

Porque cuando el alma se alinea con lo que siente y necesita, el cuerpo lo agradece. Y poco a poco, el dolor se transforma en alivio.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Go up